El ajedrez
Maximiliano Pérez
Cuenta una fábula de la India que de allí es originario el mítico juego del “ajedrez”. Que su inventor fue a ofrecerlo a un rey, y éste, maravillado por el juego, le dijo a su inventor, que le pidiese lo que quisiera, a lo cual aquel ingenioso personaje le contestó que tan sólo quería que le diese trigo, de la siguiente forma: en el primer cuadrado, un grano de trigo; en el segundo cuadrado, dos granos de trigo; en el tercer cuadrado, cuatro; en el cuarto cuadrado, ocho, y así seguiría creciendo “exponencialmente” la cantidad de trigo requerida, hasta llegar al cuadrado número sesenta y cuatro.
Precipitadamente, aquel rey ordenó cumplir con los deseos del sagaz creador, sin percatarse de que tendría que dar al inventor, aproximadamente, trescientas cincuenta (350) veces la producción mundial de trigo.
Algo así leí en días pasados en un reportaje que hacía referencia al estudio estadístico del crecimiento de la población mundial, calculada en aproximadamente cinco mil millones de habitantes. Allí se hacía especial énfasis en la incidencia que demarcan los cálculos exponenciales; el autor hace en el reportaje una comparación por demás valedera de la fábula y de la manera en la cual se desarrolla el crecimiento poblacional, en la tercera isla, después del Sol. Insistía en que la taza de crecimiento actual es de 1,7 por ciento anual, es decir, que en un año casi se duplica la cantidad de seres humanos que habitamos en el planeta Tierra.
No he tenido tiempo de corroborar la información plasmada en el artículo, pero me lleva a reflexión lo siguiente: El problema, por ahora, no radica en la sobrepoblación mundial, el problema tiene su génesis en que una gran parte de quienes poblamos el planeta Tierra tenemos lo que podríamos definir como un gen depredador.
La inmensa crisis que afecta “nefastamente” la producción cafetera nacional, está estrechamente vinculada a la depredación de zonas calificadas como de reservas ecológicas. El 91 por ciento de las zonas cafeteras están ubicadas en parques nacionales o de protección especial. Allá comenzó la devastación en la búsqueda de una agricultura de subsistencia, siembra de maíz y caraotas, por parte de los caficultores, en la búsqueda de tener con qué “mitigar” el hambre. Y ahora se está acabando con bosques nublados milenarios, donde se encuentran las nacientes de aguas dulces que forman parte del séptimo reservorio mundial del vital líquido. Esta depredación se efectúa tan sólo para accesar a los créditos ofrecidos a través de los diferentes planes que por los resultados obtenidos, por ahora, “presumo” que han sido efectuados y se están ejecutando sin tener un objetivo cierto.
Los organismos a quienes compete la ejecución idónea de estos planes y el logro de sus objetivos deberían realizar auditorías físicas de lo que se realiza, para así comprobar y corregir los errores que se están cometiendo, establecer las responsabilidades y sancionar a los culpables, si los hubiesen.
Sólo imaginemos emular la fábula del ajedrez. Si un día cortamos un árbol en la naciente del Río Portuguesa, y al día siguiente cortamos dos, al tercero cortamos cuatro, al cuarto día cortamos ocho, ¿cuántos árboles habremos cortado en sesenta y cuatro días?
Ante los comentarios expuestos por personas de la zona pregunto: ¿Por qué los organismos a quienes compete parar la depredación en estas áreas de alta fragilidad ecológica no han cumplido con su responsabilidad? ¿Qué dicen los informes de las autoridades que tienen el deber de vigilar y salvaguardar estas áreas? ¿Se ha establecido quiénes son los responsables de los daños que se están causando al ambiente, los cuales se ven a kilómetros de distancia?
¿Qué pasaría si el Ejecutivo Nacional da cumplimiento al artículo 91, de la Constitución nacional, y devuelve a los caficultores su dignidad.
Maximiliano Pérez
Cuenta una fábula de la India que de allí es originario el mítico juego del “ajedrez”. Que su inventor fue a ofrecerlo a un rey, y éste, maravillado por el juego, le dijo a su inventor, que le pidiese lo que quisiera, a lo cual aquel ingenioso personaje le contestó que tan sólo quería que le diese trigo, de la siguiente forma: en el primer cuadrado, un grano de trigo; en el segundo cuadrado, dos granos de trigo; en el tercer cuadrado, cuatro; en el cuarto cuadrado, ocho, y así seguiría creciendo “exponencialmente” la cantidad de trigo requerida, hasta llegar al cuadrado número sesenta y cuatro.
Precipitadamente, aquel rey ordenó cumplir con los deseos del sagaz creador, sin percatarse de que tendría que dar al inventor, aproximadamente, trescientas cincuenta (350) veces la producción mundial de trigo.
Algo así leí en días pasados en un reportaje que hacía referencia al estudio estadístico del crecimiento de la población mundial, calculada en aproximadamente cinco mil millones de habitantes. Allí se hacía especial énfasis en la incidencia que demarcan los cálculos exponenciales; el autor hace en el reportaje una comparación por demás valedera de la fábula y de la manera en la cual se desarrolla el crecimiento poblacional, en la tercera isla, después del Sol. Insistía en que la taza de crecimiento actual es de 1,7 por ciento anual, es decir, que en un año casi se duplica la cantidad de seres humanos que habitamos en el planeta Tierra.
No he tenido tiempo de corroborar la información plasmada en el artículo, pero me lleva a reflexión lo siguiente: El problema, por ahora, no radica en la sobrepoblación mundial, el problema tiene su génesis en que una gran parte de quienes poblamos el planeta Tierra tenemos lo que podríamos definir como un gen depredador.
La inmensa crisis que afecta “nefastamente” la producción cafetera nacional, está estrechamente vinculada a la depredación de zonas calificadas como de reservas ecológicas. El 91 por ciento de las zonas cafeteras están ubicadas en parques nacionales o de protección especial. Allá comenzó la devastación en la búsqueda de una agricultura de subsistencia, siembra de maíz y caraotas, por parte de los caficultores, en la búsqueda de tener con qué “mitigar” el hambre. Y ahora se está acabando con bosques nublados milenarios, donde se encuentran las nacientes de aguas dulces que forman parte del séptimo reservorio mundial del vital líquido. Esta depredación se efectúa tan sólo para accesar a los créditos ofrecidos a través de los diferentes planes que por los resultados obtenidos, por ahora, “presumo” que han sido efectuados y se están ejecutando sin tener un objetivo cierto.
Los organismos a quienes compete la ejecución idónea de estos planes y el logro de sus objetivos deberían realizar auditorías físicas de lo que se realiza, para así comprobar y corregir los errores que se están cometiendo, establecer las responsabilidades y sancionar a los culpables, si los hubiesen.
Sólo imaginemos emular la fábula del ajedrez. Si un día cortamos un árbol en la naciente del Río Portuguesa, y al día siguiente cortamos dos, al tercero cortamos cuatro, al cuarto día cortamos ocho, ¿cuántos árboles habremos cortado en sesenta y cuatro días?
Ante los comentarios expuestos por personas de la zona pregunto: ¿Por qué los organismos a quienes compete parar la depredación en estas áreas de alta fragilidad ecológica no han cumplido con su responsabilidad? ¿Qué dicen los informes de las autoridades que tienen el deber de vigilar y salvaguardar estas áreas? ¿Se ha establecido quiénes son los responsables de los daños que se están causando al ambiente, los cuales se ven a kilómetros de distancia?
¿Qué pasaría si el Ejecutivo Nacional da cumplimiento al artículo 91, de la Constitución nacional, y devuelve a los caficultores su dignidad.
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