Un grano de esperanza
Georges Ester Legat sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial sin saber que su destino estaba concentrado en un grano de café. Ester, nacido en Bélgica, vive en su finca de Mindo, al noroccidente de Pichincha. En su propiedad El Dorado cultiva 15 hectáreas de café arábica de altura (1.450 a 1.650 metros), variedad Colombia, que resiste a 22 de las 24 plagas de roya, el cáncer de los cafetales.
El verdor y la belleza de Mindo son el escenario de su sueño. Pero el principal componente de su proyecto es capacitar a los pequeños productores de café, para que obtengan un grano reconocido en el exterior. La suya es una apuesta por el café gourmet.
Georges, de 78 años, es persistente. Vivió la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial. A los 10 años se grabaron en él las imágenes de la guerra: un sótano que muchas veces fue su refugio, cuerpos sin vida sobre el pavimento, comida racionada y escasa. “Conozco el miedo, el hambre y la persecución”. Ya adulto, fue consultor de programas para el desarrollo rural de las Naciones Unidas (ONU) en 101 países como Haití, Bolivia, El Congo, Mozambique.
Vino en 1978 en una misión de la ONU para trabajar con el Ministerio de Agricultura. Era 1980 y Mindo lo cautivó.
En El Dorado y su vivero, a dos cuadras del parque de Mindo, ha invertido 240 mil dólares. En el vivero de una hectárea demuestra la validez de su proyecto. Allí tiene un jardín clonal con los mejores exponentes de su café. Cada hectárea tiene un potencial de producción de 40 sacos de 60 kilos de café oro (grano listo para tostar y moler, producto de exportación). En el país el promedio de producción de café oro es de cuatro sacos: la madurez extrema del 80 por ciento de los cafetales del país explica la baja productividad.
Cada agricultor obtiene 1.400 dólares por cada hectárea de café orgánico certificado internacionalmente. Con la propuesta de Ester, los productores podrían ganar 6.880 dólares por hectárea. Hasta ahora ha capacitado a 500 productores de Manabí, Loja (asociaciones de Vilcabamba), Pacto, Nanegal y otros.
En el país hay 105 mil familias dedicadas a esta actividad. Según un informe de 2005 de la Organización Mundial del Café (OIC), 125 millones de productores en el mundo dependen del grano. El descenso de precios durante la crisis mundial del café (1996-2004) acrecentó la pobreza.
En Ecuador se sintió este fenómeno por el abandono del 44 por ciento de los cafetales (Censo Nacional Agropecuario de 2002) y la migración de los campesinos hacia las ciudades y el exterior.
La producción mundial de café es de 121,5 millones de sacos: Brasil aporta con 43 millones de sacos, Colombia 12 millones y Ecuador con un millón, según la OIC.
Sobre una mesa de madera esparce el café seco. Sus ágiles manos palpan cada pepita, las observa y selecciona según su tamaño. Esto es clave.
Si un grano es más pequeño, al tostarlo saldrá un sabor a quemado. Ester produce dos toneladas de café al año.
Cada kilo de café tostado (en grano o molido) lo vende a 10 dólares, mientras en el mercado está a 15. Néstor Osorio, director ejecutivo de la OIC, asegura que la calidad es la mejor carta de presentación. Le preocupa la producción masiva de Vietnam, pues es un café con baja calidad. Según Jorge Salcedo, presidente de la Asociación Nacional de Exportadores de Café, la industria tiene un déficit de producción de 600.000 sacos. Por eso, se importa café en grano para el café soluble. Y luego se exporta como producto ecuatoriano. Más de la mitad de las importaciones viene de Vietnam, según el Banco Central.
“Un café soluble es como tomar vino en polvo, sin gracia”, dice Ester. Este productor predice que, en el futuro, será difícil encontrar café de calidad.
El producto de Ester ganó el primer lugar en el concurso “La mejor taza de café ecuatoriano 2004”. Según el catador José García, “Su bebida tiene delicadas notas florales presentes en el aroma, sabor y una mediana acidez y buen cuerpo”.
http://www.vistazo.com/webpages/impresa.php?edicion=964&sID=6&ID=1503
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