El cuidado, el clima, el lugar y la protección de la naturalezas distingue al grano del normal. La producción está en comunidades campesinas de cinco provincias
En las tierras subtropicales de Loja, El Oro, Zamora, Galápagos y Manabí se siembra este café que los expertos lo califican de especial porque, además de su sabor y aroma, es sembrado en lugares con más de 1 300 metros de altitud, de trascendencia histórica y con abonos orgánicos.
También porque los frutos son recolectados cuando la Luna está en cuarto menguante, según los pronósticos del almanaque Bristol, usado por los agricultores. Muchos campesinos lo consideran “ la nueva pepa de oro”.
“Es de oro porque estamos ganando más dinero. Hace seis años que me dedico a sembrar café especial con el apoyo de varias organizaciones. Con las ganancias mantengo a la familia, aunque conseguir este café para la exportación sea un proceso complicado y de mucha dedicación”, expresa Juan Isidro Jaramillo.
Él vive y tiene su finca repleta de cafetales en la comunidad Cucanamá, en el valle de Vilcabamba, localidad, a media hora de Loja, que se hizo célebre en los ochenta, porque estudios científicos aseguran que allí la gente vive más de un siglo porque el clima y el agua tienen poderes curativos.
Desde entonces, es lugar obligado de visita de los extranjeros. En el imaginario de Vilcabamba se dice que por esas campiñas paseó Cantinflas o Larry Hagman, el capitán Anthony Nelson de la serie ‘Mi Bella Genio’.
En sus 61 años, Isidro Jaramillo dice que nunca ha visto a un “gringo famoso”, pero afirma que sí ha visto a muchos pájaros que vuelan por sus cafetales y que el clima cada vez es “más sabroso para vivir tranquilo”.
“Hay pájaros chiroca, churro, chilaco y el tordo. La presencia de las aves es un buen indicador porque se alimentan solo de los cafetos que crecen sin plagas”. Esa finca está rodeada de margaritas amarillas y rojas que contrastan con el intenso verdor del café.
Manuel Bermeo, un agricultor de Cucanamá, explica que para tener un cultivo de buena calidad, la semilla se siembra en tierra abonada orgánicamente y separada en fundas. La germinación dura ocho meses y luego, la planta es trasplantada al suelo.
“Si es la primera siembra hay que esperar tres años para cosechar. Cuando el almanaque indique Luna llena no se hace nada, porque el café puede volverse amargo. Esos conocimientos son herencia de los abuelos”.
Los cafetales de Vilcabamba están junto a los faiques, unos árboles que les da sombra y los protege de las plagas. La cosecha dura seis meses y empieza en enero. Después de la recolección, el café es despulpado, colocado en agua para fermentarlo, lavado y secado en parrillas especiales. Todo se hace manualmente.
El grano debe tener 12 grados de humedad para ser enviado a la planta exportadora. Los 35 campesinos de Vilcambamba entregan a la Federación Regional de la Asociación de Pequeños Cafetaleros Ecológicos Sur (Fapecafes), donde una decena de mujeres selecciona los granos uno por uno. Jaramillo y Bermeo aseguran que la minuciosidad en el cuidado de la planta tiene una recompensa cuando venden hasta 300 baldes (40 libras cada uno) a USD 6 y 8 cada uno.
Luis Duicela, uno de los expertos del Consejo Cafetalero Nacional (Cofenac), dice que “en los últimos años, el mercado internacional valora aquellos productos ecológicos y sembrados en sitios especiales, como el caso de Vilcabamba o Galápagos”.
Esta valoración se llama comercio justo y el quintal se vende a mejor precio. “El normal está en USD 110, pero el especial puede costar más de USD 170. Los agricultores aprovechan la fascinación de los europeos por este café exótico”, dice.
Este café se exporta a Alemania, EE.UU. y Japón. Al momento Fapecafes (Loja), Cafecom (Guayas), Fecafem (Manabí), Escoffee (Guayas) y Expigo (Guayaquil) envían al extranjero. Aunque el Cofenac no tiene datos, se estima que se venden más de 15 000 sacos de 60 kilos al año.
El café especial es la alternativa para los caficultores, señala Roberto Jiménez, director de Fapecafes, que desde el 2004 exporta 8 000 quintales de café especial al año. En su caso, la empresa InterAmerican Coffee se encarga de tostarlo y distribuirlo a las tiendas más exclusivas de Alemania. “En ese país pagan USD 10 000 por un quintal de reserva especial. Y no exagero. Allá el café es muy cotizado”, afirma.
En el país, el café más costoso registrado en el Cofemac es el de la Asociación El Colmenar, en Quilanga (Loja). Esta agrupación, que acoge a 600 agricultores, ganó el premio Taza de Oro, que otorga la Corporación de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Corpei) al mejor café del país. La acidez, aroma a vainilla y cierto dulzor cautivó a los catadores internacionales.
El presidente de la Asociación, José María Salazar, asegura que las 100 libras se venden a USD 500. “En Europa este producto encanta y nosotros estamos orgullosos de poder complacer a esos paladares tan exigentes”.
Dos vecinos también exportan
En Latinoamérica, Colombia y Perú exportan café especial.
Las estadísticas publicadas en internet por la Asociación de Cafetaleros de Colombia y en ‘blogs’ de expertos en la comercialización del grano, indican que la siembra de café especial ha generado buenos réditos en los agricultores. En el 2002, se exportaron 200 000 sacos, pero el año pasado subieron a 700 000.
En ingresos, pasó de USD 9,1 millones en el 2002 a 12,9 millones en el 2006.
Este año, los cafetaleros organizaron una subasta en la cual se pagaron 19,2 dólares por la libra de un café especial de un agricultor del Municipio de Suaza, en Huila. Esta ha sido la cotización más alta de un café colombiano en toda la historia cafetalera.
En Perú, el café, especial y normal, está sembrado en 300 000 hectáreas. 150 000 familias se dedican a comercializar el grano.
En el 2004, se exportaron 4 153 000 quintales, de los cuales, 560 000 fueron de café especial; no hay datos actuales. Las zonas donde están las plantaciones son Piura, Valle del Puno y en otras 67 localidades.
http://www.elcomercio.com/noticiaEC.asp?id_noticia=154774&id_seccion=6
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