VARGINHA, Brasil — De entrada, Rafael de Paiva se mantenía en el escepticismo. Si quería obtener una certificación de comercio justo (CJ), para su cosecha de café, este cultivador brasileño tendría que cumplir una enorme lista de reglas sobre pesticidas, técnicas de cultivo, reciclaje y otros temas. Incluso tendría que demostrar que sus hijos asisten a la escuela.
“Pensé: ‘está difícil’”, recuerda este humilde cafetalero. Pero la prima de 20% que hace poco recibió por su primera cosecha de CJ hizo que su esfuerzo valiera la pena, comenta De Paiva. “Nos ayudó a crear una vida decente”.
Más cafetaleros podrían recibir tales ofertas y las importadoras y comercializadoras se apresuran a satisfacer las crecientes demandas de consumidores y los activistas se adhieren a estándares ambientales y sociales más estrictos.
“Vemos un gran impulso ahora con las grandes empresas e instituciones que quieren cambiar al comercio justo”, advierte Paul Rice, presidente y director general de TransFair USA, la única agencia certificadora de comercio justo en EU.
La Asociación Internacional del Comercio Justo, que congrega varias organizaciones en más de 70 países, define el comercio justo como el reflejo de “la preocupación por el bienestar social, económico y ambiental de los marginados pequeños productores” y un agente que “no maximiza sus ganancias a costa de ellos”.
Según la Organización Internacional de Etiquetado de Comercio Justo (Fairtrade Labelling Organizations International), un grupo de certificadores de comercio justo global, los consumidores gastaron en 2006 casi 2,200 MDD en productos certificados, 42% más que el año anterior. Ese aumento benefició a más de siete millones de habitantes de países en desarrollo.
Como ocurrió con la nueva conciencia de los consumidores por los productos orgánicos de hace una década, la conciencia por el comercio justo está creciendo, como ocurre con el café, el cacao y el algodón –los que tienen mayores ventas– y otra decena de productos como el té, las piñas, el vino y las flores.
Sin embargo, no hay un estándar gubernamental que regule estas certificaciones. Algunos productos de CJ también incluyen las etiquetas de orgánico, pero no es la mayoría. Una diferencia importante es el objetivo de las etiquetas: las orgánicas se refieren a cómo se cultivó el alimento, en tanto que las de comercio justo se ocupan principalmente de la condición del cultivador y sus trabajadores.
Las grandes cadenas venden los productos de CJ en diversos niveles. Todos los restaurantes McDonald’s de varios estados del noreste estadounidense venden sólo café de comercio justo. Y el año pasado, Starbucks compró 50% más de café con esta etiqueta que en 2005.
Los productos de CJ todavía representan un porcentaje minúsculo de todo el comercio mundial, pero está en crecimiento. Sólo 3.3% del café vendido en EU tenía la etiqueta de comercio justo, pero eso representó ocho veces más que lo registrado en 2001, apunta TransFair USA.
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