martes, 30 de septiembre de 2008

Café de Colombia

Cafeteros excelentes cuentan sus secretos

Las manos cuidadosas de 10 mujeres para procesar el café y la atención especial que le ponen algunos productores al grano, como si se tratara de un bien único e irrepetible, hacen parte de la forma como se produce el mejor café de Colombia.

Estos son algunos secretos en la historia de los cafés que obtuvieron los dos primeros puestos en el concurso Taza de la Excelencia Colombia 2008, realizado hace ocho días en el Recinto del Pensamiento de Manizales, con la organización de la Alliance for Coffee Excellence (ACE).

La primera característica alude al trabajo que se realiza en la Finca Villa Loyola, en Nariño, que obtuvo el primer puesto, con 92,39 puntos de 100 posibles, perteneciente a la Compañía de Jesús.

Allí eligieron a 10 cosecheras para que con su delicadeza seleccionaran los mejores granos.

Mientras tanto en la Finca La Gloria, de Derley Díaz y su familia, en el Tolima, se referencia como principal secreto los cuidados especiales para realizar sus quehaceres diarios.

Este hombre tiene como principio realizar él mismo todas las tareas del café, desde lavarlo en el menor tiempo posible, sin incurrir en afanes que afecten la calidad del grano.

Ahora los ganadores podrán vender su café a través de una subasta internacional a finales del próximo mes, donde accederán a precios por libra de café de hasta 19,20 dólares (cerca de 40 mil pesos a precios del dólar hoy), un valor cerca de 13 veces superior a los 1,48 dólares en que hoy está el precio externo.

Dedicación, amor, fe en el café acompañan las vivencias de estas personas.

Agricultores, la causa del buen café en Villa Loyola

La Finca Villa Loyola, que obtuvo el primer lugar en la Taza de la Excelencia Colombia 2008, es un espacio en la vereda Chachagüi, a 40 minutos de Pasto (Nariño), donde la Compañía de Jesús continúa desde 1921 su servicio apostólico. Allí también sigue la historia el cultivo de café que los jesuitas trajeron al país hacia 1740, con el padre misionero Gumilla.

El padre Eduardo Valencia, superior de los jesuitas en Nariño, y ex Rector del Colegio San Luis Gonzaga, en Manizales, explicó que de las 43 hectáreas de la finca, 12 están dedicadas desde hace unos 30 años al café.

Es un café de sombra basada en Guano, con variedades Caturra y Colombia, a 1.800 metros sobre el nivel del mar. ¿Cómo le dieron la calidad máxima?

Para el padre Eduardo, “todo se debe a los agricultores sencillos y trabajadores con que cuenta la finca”.

Alfredo Díaz del Castillo, administrador de la finca y cafetero hace 50 años, destacó que los suelos de Nariño son privilegiados en parte por el Volcán Galeras, que con sus cenizas abona y aumenta la fertilidad de la tierra.

El cafetal es pequeño, con 45 mil árboles, lo que facilita sus cuidados, dijo don Alfredo.

Incluso se fijan en detalles como el buen trato de los granos en la recolección. En este sentido, para elegir los dos mil kilos que enviaron al concurso, dejaron la labor en manos de 10 mujeres, por su paciencia y delicadeza.

No han dejado a un lado los avances técnicos. Desde hace unos años cuentan con el desmucilaginador o equipo para quitarle el mucílago al café, y evitar los largos procesos de lavar el café y de paso de contaminar las aguas.

Para este hombre el café indudablemente tiene futuro, no solo por los esfuerzos de los cafeteros, sino también por el acompañamiento de la Federación Nacional y, en especial, por las apuestas actuales del sector.

“Lo veo de una forma muy positiva, antes la prioridad era la producción, pero por fin nos hemos ido por la calidad”, concluyó de Díaz del Castillo.

En La Gloria se siembra café y esperanza en el grano

Derley Díaz Osorio es un pequeño caficultor de 32 años, que hace parte de una historia familiar alrededor del café. Administra la Finca La Gloria, una herencia que su abuelo le dejó a su padre.

Se localiza a unas nueve horas de Ibagué (Tolima), en el sector el Nazareno del corregimiento de Gaitania, en el municipio de Planadas.

Allí este hombre trabaja a diario de 7:00 de la mañana a 5:00 de la tarde, atendiendo él mismo todo lo relacionado con sus cuatro hectáreas de café.

Este año participó por primera vez en la Taza de la Excelencia, motivado porque el grano de su finca es especial, gracias al manejo que aprendió en diferentes capacitaciones promovidas desde el Comité Departamental de Cafeteros del Tolima.

“La calidad va en el manejo que uno le dé, en el beneficio que se haga. Pongo cuidado más que todo en la lavada, si uno coge el café, y lo deja quieto no puede salir bueno”.

Para el concurso recogió 2 mil 250 kilos. Por un momento pensó que no alcanzaría a inscribirse, porque la cosecha salió retardada. Prácticamente el grueso de los granos se recogió hacia julio, ya que la florescencia ocurrió en octubre del año pasado, cuando normalmente se da entre agosto y septiembre.

Sin embargo, logró pasar. Ahora, con el triunfo que obtuvo en la Taza de la Excelencia su amor por la caficultura es mucho mayor, pese a la falta de rentabilidad.

“Las cosas van bien en tiempo de cosecha, luego vienen muchas preocupaciones. Ave María, todo está muy caro, los abonos, la comida... Por otro lado, el precio del café no ayuda mucho, y si uno va a solicitar un crédito es una lidia”.

Ha pensando en otros cultivos como plátano, maíz o fríjol, pero siempre llega a la conclusión de que el café es el más estable. “Es un producto que siempre van a comprar”.

Este fruto rojo lo es todo para él. “Es de lo que uno vive, lo que le da para comer a la familia y a uno”. Derley vive junto a su esposa, sus dos niños y otras cuatro personas que lo ayuda a producir un café excelente.

“Me dedicaré a esto hasta que Dios me lo permita, a pesar de las dificultades”.




http://www.lapatria.com/Noticias/ver_noticia.aspx?CODNOT=49098&CODSEC=18


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