4 visionarios, tras el repunte del café
Manabí es la primera productora, pero en el sur del país el aprovechamiento mejoró. La asociación de los pequeños productores mejora el rendimiento
En los últimos cinco años, el país subió su exportación de café. De 600 000 sacos pasó a 1 millón que van a EE.UU. y Europa.
Actualmente se producen 650 00 sacos anuales, de los cuales 200 000 son para el consumo interno. Para cubrir el faltante se importan 420 000 sacos de Vietnam y Brasil, según el Consejo Cafetalero Nacional (Cofenac). Se procesan y se reexportan como café soluble.
El sector se recupera tras la crisis de 2000 a 2004, que provocó la caída de precios del saco a USD 50. En 2008 subió a 138. Hay un mayor rendimiento que aumento de la superficie (220 000 hectáreas).
Según Rubén Corral, jefe del Programa de Innovación Tecnológica del Cofenac, la renovación de las plantas en el 20% de la superficie de café y el trabajo asociado de 20 000 familias han contribuido a una mejor producción. En 19 provincias del país, 105 000 familias se dedican al café arábigo y robusta.
Los pioneros en esta nueva forma de cultivar son los caficultores lojanos. Su producción subió de ocho a 20 quintales por hectárea. Además, reciben más dinero por su café arábigo.
Antes obtenían USD 90 por saco de café en bola (con cáscara) y ahora 157 en pergamino (despulpado, lavado y seco). Manabí es la provincia que tiene más cultivos de arábigo: 71 000 hectáreas; luego Loja, con 30 000. En la variedad robusta Sucumbíos y Orellana, con 19 500 hectáreas, cada una.
Un lojano renovó su cultivo y mejoró el rendimiento
Entre matas de café pequeñas y frondosas, Héctor Cueva corta las plantas viejas. Calcula que lo ha hecho con el 40% de las que hay en sus cuatro hectáreas. Luce agotado, pero le fascina hablar de sus cultivos de café.
Vive en Fundochamba, una apacible comunidad de no más de 60 casas, a tres horas de Loja. Este lojano, de 64 años, tez blanca y mediana estatura, confiesa que desde hace ocho años poda las plantas viejas para que broten mejor y produzcan más.
También elabora abonos orgánicos con estiércol de ganado. Cueva fue uno de los más entusiastas en poner en práctica esas técnicas que aprendió de la organización Fundatierra.
“Solo hay que interesarse y poner en práctica la producción orgánica”, confiesa, mientras abre una parcela cercada con tiras de madera. Allí tiene 5 000 plantas en crecimiento de la variedad arábiga. Con ello renueva cada año su cafetal.
Como resultado su producción subió de ocho a 25 quintales por hectárea. No tuvo que introducir nuevas semillas.
Desde joven, Cueva ayudó a mantener el cafetal de sus padres. Él no quiere aplicar la forma tradicional de producir basada en la limpieza del cultivo, fumigación con químicos y la venta a los intermediarios.
Está convencido de que uniendo a los productores se logran mejores ganancias. Por eso integró un grupo de 56 en la Asociación Productores de Café de Altura de Quilanga (Procafeq). Sus primeros pasos como productores orgánicos y exportadores los dieron con ayuda de Fundatierra.
Desde 2003 trabajan solos y ahora son 326 productores de Quilanga, Gonzanamá, Sozoranga, Espíndola y Puyango. Tienen 5 000 hectáreas de café arábigo y la producción llega a los 2 350 quintales.
Cueva es el principal productor, reconoce el técnico Rolando Tacuri, quien ayuda a cuidar los cultivos. Ahora sus ingresos superan los USD 6 000 por cosecha al año. Redacción Loja
Su tarea fue mostrar que el campesino puede exportar
Lleva una mochila en la espalda y una libreta de apuntes en las manos. Así recuerdan los productores de café de Fundochamba a Roberto Jiménez, un lojano que impulsó el crecimiento del sector caficultor en el sur país.
Sus primeras visitas a esa comunidad, donde se cultiva café arábigo, fueron en 2001. Trabajaba con la organización Fundatierra. Llegó acompañado de un técnico, quien enseñaba a recoger los desperdicios de la cocina. Los mezclaba con estiércol de ganado para hacer abono.
Ese técnico, cuyo nombre no recuerda, les hacía cortar las plantas viejas para que retoñaran y produjeran mejor. En cambio, Jiménez les pedía que no vendieran el café en bola (cereza) porque podrían ganar más si lo despulpaban y lo vendían lavado y secado.
Jiménez pedía dedicación y trabajo para lograrlo, dice la campesina Elena Pardo. Realizó esa tarea en los cantones Espíndola, Quilanga y Puyango.
“Al inicio la gente creía que era un negociante de café. Pero en año y medio se convencieron de que no”. En 2002 reunió 500 sacos de café lavado y secado.
Con ayuda de Veco, una organización no gubernamental de Bélgica, se vendieron en EE.UU. Con esa experiencia, Jiménez integró a más caficultores. Lo hizo en Palanda (Zamora Chinchipe), Marcabelí (El Oro) y Puyango (Loja).
Su trabajo fue clave para crear la Federación de Asociaciones Productores Ecológicos del Sur. Fueron 1 000 productores, quienes lo nombraron director.
Ahora, este economista de 42 años, trabaja en una pequeña oficina que huele a aroma de café, en un edificio que se levanta en el nororiente de Loja. Desde allí se encarga de buscar nuevos compradores en el exterior.
Con ayuda de Veco y otras entidades, como GTZ y Corpei, promovió giras de promoción a Holanda, Bélgica y Alemania. Ahora envían 13 000 sacos a Alemania, Inglaterra, Holanda, Bélgica, Francia, Canadá, Austria y EE.UU. Redacción Loja
La familia Expigo tiene 50 años de tradición cafetera
La pasión por el café se imprime en cada una de las empresas de la familia González. Don José Antonio abrió el camino del negocio cafetalero, en 1946.
Este lojano sembró 80 hectáreas en la finca San José, en el Austro, en las estribaciones de la cordillera de los Andes, a 1 000 metros de altitud.
Luego de 50 años esa finca tiene 200 hectáreas en producción. Pero no es lo único que heredó don José a sus hijos, Wilson y Marco González.
En 1976 fundó la Exportadora e Importadora González (Expigo). Su primera exportación fue un contenedor de café. En los mejores años de la producción nacional (1995), la empresa colocó en el mercado extranjero 250 000 sacos. En 2008 comercializó 60 000 sacos.
Expigo es ahora una corporación que maneja toda la línea de producción. Procafé se dedica al cultivo y exportación de café especial, con las marcas Café Galápagos y Vilcabamba. Intercafé se especializa en la industrialización y Exportadora González vende el grano verde.
Wilson es el presidente de Procafé. Desde pequeño recorría los cafetales de su padre. Aprendió que la calidad del grano depende del cuidado de la planta, la poda, la recolección de grano y la tecnología.
Por eso le pone pasión a los cafés especiales. “Son orgánicos, se cultivan bajo sombra, se practica el comercio justo y tienen un marca de origen”.
En Galápagos tiene 300 hectáreas, que producen de 3 000 a 4 000 quintales al año. Están en la isla San Cristóbal, a 400 metros de altitud. Los pedidos del café especial Galápagos se reciben de Estados Unidos, Japón, Europa, Canadá y Chile.
En los últimos 10 años Rommel Aguilar ha catado la calidad del café. “La empresa me ofrece capacitación permanente”.
Hace 23 años, Alexandra Morla empezó como secretaria recepcionista. Hoy es gerenta de Comercio Exterior. “La empresa familiar me permitió crecer con ellos”. R. Guayaquil
Coremanaba rejuvenece los cafetales de Manabí
Su nuevo hogar es San Plácido. Es un pueblo de agricultores del café, que se cultiva bajo la sombra de cañas guadúa, naranjos, platanales y palmas de coco.
Henry Benalcázar, un ingeniero agrónomo de Quito, llegó allí hace tres años. Fue motivado por una razón: recuperar los cafetales viejos en Manabí.
San Plácido es un recinto de Portoviejo. Con iniciativa se creó Coremanaba, que agrupa a 3 500 productores de los cantones Olmedo, 24 de Mayo, Santa Ana, Paján y Jipijapa.
En esas zonas se renuevan 4 000 hectáreas de cafetales, bajo el sistema de producción orgánica. Hay otras 51 000 hectáreas de plantaciones viejas de las 71 000 que tiene la provincia. Benalcázar las recorre en su camioneta doble cabina 4x4, dos días a la semana.
En San Plácido cosecha el café con los campesinos. Mientras recoge las cerezas, dice que Coremanaba nació en 2006 para vender directamente el café despulpado, lavado y secado en el mercado.
El café se cotizó bien y los productores recibieron utilidades con la venta. Benalcázar afirma que eso generó confianza en los caficultores. “Ahora saben que a mayor rendimiento y calidad, se pagan buenos precios”. William Marcillo, productor de una zona en Santa Ana, expresa que con Coremanaba se ha facilitado la venta del café.
En la actualidad, Coremanaba exporta café orgánico en grano verde como materia prima. Se trata de café orgánico. Se han enviado 9 000 sacos a los mercados de Alemania e Inglaterra.
Ruber Loor, presidente de Core-Manaba, cree que las esperanzas renacieron para los caficultores. La gente que se dedicó años a la actividad cafetera estaba decepcionada por los bajos precios. Los agricultores empezaron cuidar sus cafetales e incluso a sembrar nuevas plantas por iniciativa propia. Para Benalcázar, devolverle el lugar que se merece la caficultura manabita es su mayor sueño.
http://www.elcomercio.com/noticiaEC.asp?id_noticia=293161&id_seccion=258
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