Café con aroma de revolución
El sistema cafetalero nacional se agotó por ineficientes políticas públicas y falta de visión.
Del aromático granito que revolucionó al mundo hasta el día de hoy, y que ha significado tanto para Venezuela. Se dice que del cultivo del café aún viven unas 55 mil familias. En tiempos del Fondo Nacional del Café 85 mil. Cabe mencionar el pasado glorioso de la caficultura nacional.
Uno de los principales países productores y exportadores de café del mundo, reconocido por la calidad de las variedades sembradas, las dedicadas prácticas agronómicas, la altitud de las tierras cafetaleras, la recolección selectiva de sólo las cerezas maduras del cafeto, el procesamiento de la cereza en un beneficio húmedo que la despulparía y removería su mucílago para completar el llamado proceso de "lavado" en cafés de variedad Arábica, suaves de alto valor comercial e inusitada riqueza en sus características organolépticas que desde tiempos remotos deleitaron paladares y obsequiaron uno de los más exquisitos aromas posibles de ser experimentados.
Aguas abajo, habiendo dejado su condición de café pergamino, se convertía en café oro o café verde. Una vez secado, el café oro era sometido al cuidadoso beneficio seco; básicamente trillado, limpio, seleccionado, sujeto a procesos de pruebas en taza para su final control de calidad que asegurara una acidez adecuada, ausencia de sabores y olores contaminantes, sin astringencia, y abundante y rico aroma, para ser finalmente embarcado en sacos hacía los puertos del mundo y consumido localmente.
En tiempos modernos una vez convertida en una nación petrolera, Venezuela ya no vivió más del café, pero tan recientemente como en los años 70, el país fue testigo de una revolución que suplió a la caficultura nacional de las más modernas tecnologías y conceptos de producción y procesamiento. El país fue sembrado con nuevos cafetales, eficientes y modernos beneficios húmedos y secos. Se le inundó con plantas torrefactoras de todos los tamaños. Las agregadurías comerciales de las embajadas en el exterior se pusieron a disposición del café. Se mejoró la vialidad agrícola. Existió una amplia red de Cooperativas, Paccas y Uprocas al servicio de la caficultura.
El país exportaba café, generaba divisas, y atendía su mercado local. Sí, como sabemos que suele suceder, el sistema se agotó por ineficientes políticas públicas, falta de visión y planes a largo plazo. Sin embargo, cualquier país cafetalero que hoy tomemos al azar está atravesando una revolución de reinvención, a pesar de todas las crisis que suelen afectar al sector.
Café es sinónimo de orgullo, de sacrificio local, regional o mundial, y sobre todo de gente muy especial dotada de increíbles cualidades humanas. La situación global del café es de una revolución para trabajo, bienestar y progreso. La situación cafetalera nacional una de involución. "Por el aroma yo lo sé&", sólo que ese aroma ya no es dulce, se ha tornado amargo, como la revolución.
http://www.entornointeligente.com/resumen/resumen.php?items=954653
El sistema cafetalero nacional se agotó por ineficientes políticas públicas y falta de visión.
Del aromático granito que revolucionó al mundo hasta el día de hoy, y que ha significado tanto para Venezuela. Se dice que del cultivo del café aún viven unas 55 mil familias. En tiempos del Fondo Nacional del Café 85 mil. Cabe mencionar el pasado glorioso de la caficultura nacional.
Uno de los principales países productores y exportadores de café del mundo, reconocido por la calidad de las variedades sembradas, las dedicadas prácticas agronómicas, la altitud de las tierras cafetaleras, la recolección selectiva de sólo las cerezas maduras del cafeto, el procesamiento de la cereza en un beneficio húmedo que la despulparía y removería su mucílago para completar el llamado proceso de "lavado" en cafés de variedad Arábica, suaves de alto valor comercial e inusitada riqueza en sus características organolépticas que desde tiempos remotos deleitaron paladares y obsequiaron uno de los más exquisitos aromas posibles de ser experimentados.
Aguas abajo, habiendo dejado su condición de café pergamino, se convertía en café oro o café verde. Una vez secado, el café oro era sometido al cuidadoso beneficio seco; básicamente trillado, limpio, seleccionado, sujeto a procesos de pruebas en taza para su final control de calidad que asegurara una acidez adecuada, ausencia de sabores y olores contaminantes, sin astringencia, y abundante y rico aroma, para ser finalmente embarcado en sacos hacía los puertos del mundo y consumido localmente.
En tiempos modernos una vez convertida en una nación petrolera, Venezuela ya no vivió más del café, pero tan recientemente como en los años 70, el país fue testigo de una revolución que suplió a la caficultura nacional de las más modernas tecnologías y conceptos de producción y procesamiento. El país fue sembrado con nuevos cafetales, eficientes y modernos beneficios húmedos y secos. Se le inundó con plantas torrefactoras de todos los tamaños. Las agregadurías comerciales de las embajadas en el exterior se pusieron a disposición del café. Se mejoró la vialidad agrícola. Existió una amplia red de Cooperativas, Paccas y Uprocas al servicio de la caficultura.
El país exportaba café, generaba divisas, y atendía su mercado local. Sí, como sabemos que suele suceder, el sistema se agotó por ineficientes políticas públicas, falta de visión y planes a largo plazo. Sin embargo, cualquier país cafetalero que hoy tomemos al azar está atravesando una revolución de reinvención, a pesar de todas las crisis que suelen afectar al sector.
Café es sinónimo de orgullo, de sacrificio local, regional o mundial, y sobre todo de gente muy especial dotada de increíbles cualidades humanas. La situación global del café es de una revolución para trabajo, bienestar y progreso. La situación cafetalera nacional una de involución. "Por el aroma yo lo sé&", sólo que ese aroma ya no es dulce, se ha tornado amargo, como la revolución.
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