lunes, 25 de junio de 2007

CAFÉ DE COLOMBIA

EL ESPECTADOR.COM

Gabriel Silva, gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, dice que el comprador actual no busca cafeína, sino variedad en estilos y sabores.

Diego Vega


















sábado, 23 de junio de 2007

La reinvención del café nacional

En julio de 2002, cuando Gabriel Silva Luján asumió como gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia —en momentos en que la entidad vivía una de sus peores crisis—, el rumor era que había llegado con la intención de liquidarla. La caída del precio internacional del grano, la pérdida de peso del producto en la vida económica, el desplome del patrimonio financiero y la pérdida de esperanza en el gremio apuntaban a un entierro de tercera, tras siete décadas de constante apoyo a más de 500.000 familias que viven del producto. La venta de costosos activos y la drástica reducción de la nómina representaron un primer esfuerzo por poner la casa en orden. Pero esas medidas no eran suficientes. Había que ejecutar las propuestas hechas por los integrantes de las comisiones de ajuste institucional del sector cafetero, que conformó el gobierno de Andrés Pastrana y avaló el de Álvaro Uribe.

Para fortuna de la economía cafetera, las recomendaciones tenían sentido y se convirtieron en el plan de vuelo que Silva y su equipo han seguido al pie de la letra. Ahora la Fedecafé —que acaba de cumplir 80 años— vive un renacimiento insospechado en todos sus frentes, y siembra semillas para colocar nuevamente a Colombia en una posición de avanzada en el universo cafetero global.

En 2007 se exportó un millón de sacos de cafés especiales; en 2002 la cifra apenas llegaba a 220.000 sacos; el año pasado se vendieron al exterior 1,8 millones de sacos de cafés de valor agregado, mientras que en 2002, sólo se vendían 600.000. En 2002 no había concursos de calidad internacional para los caficultores. Hoy, cada vez que concursan, se llevan los premios gordos. Se ha llegado a pagar hasta US$19 por la libra de un café colombiano Excelsior, mientras que los mejores de Centroamérica apenas sobrepasan los US$7 dólares por libra. Estos productores de calidad han comenzado a visitar ferias internacionales, mostrando su habilidad y su potencial. “La apuesta es lograr que el 20 por ciento del café exportado corresponda a los rubros de especiales y de valor agregado, y este propósito marca un nuevo rumbo en el sector”, dice Silva.

Sin embargo, reconoce que pasar del papel a la realidad fue complejo, así su filosofía personal lo haga pensar en asumir situaciones de trabajo difíciles, que le exijan retos duros de cumplir. “A mayor dificultad, mayor margen de maniobra”, dice. Según Silva, el endoso de la voluntad colectiva se torna amplio en los momentos críticos. Eso no ocurre, agrega, en instituciones estables y consolidadas. Y no oculta que, cuando tomó las riendas de la entidad, el panorama era oscuro y tenebroso.

Pero si se mira en retrospectiva, no hay mal que por bien no venga. Tras su pérdida de influencia como productor de envergadura, Colombia ha pasado a encabezar la exclusiva y pequeña lista de caficultores de alta calidad. La gran ventaja es que, bajo el origen común de Café de Colombia, el país puede mostrar un amplio espectro de diversidad regional, algo que otros productores no pueden igualar. Es algo así como Francia y sus vinos. Todos se cubren con la misma bandera, pero difieren en estilo y reconocimiento, dependiendo de si son de Burdeos, Borgoña, Ródano, Loira, Alsacia o Champaña. Y hacia allá, justamente, se enfocan tanto el bebedor como el productor de café del siglo XXI.

Silva dice que el primer gran cambio se dio con la renovación de los cafetales y la optimización de la productividad. El resultado fue una mejora sensible en la transferencia del precio interno, que pasó de un 82 por ciento del precio internacional a un 98 por ciento. Pero quizá lo más importante fue que, gracias a un trabajo armónico y centralizado, coordinado por Fedecafé, se logró imprimir una caída irreversible del volumen, algo que martiriza a varios países productores centroamericanos y africanos orientales. “Sin la acción efectiva de la Federación, el total de café producido por Colombia no sería de 12,5 millones de sacos, sino de 7,5 millones o, incluso, menos”, dice Silva. Mejor aún, el café sembrado corresponde a mejores niveles de calidad, lo que, en opinión de Silva, ha dado al traste con el reinado del ripio (producto de alto rendimiento y baja calidad)”.

Un hecho relevante es que Colombia nunca produjo café de bajo costo. A pesar de los altos volúmenes, la producción siempre ha apuntado a líneas suaves. Sin embargo, se han fijado en el mismo destino que los demás: las estanterías.

“Hoy día, estamos frente a un consumidor exigente, que conoce más del tema”, revela Silva. “El comprador actual no busca cafeína, sino variedad en estilos y sabores, y, en ese sentido, Colombia tiene una oportunidad enorme”. Pero quiérase o no, es un lenguaje nuevo por aprender.

“Sin duda, para nosotros es como volver a empezar, como reinventarnos, pero trepados en una sólida plataforma de símbolos reconocidos y respaldados por un gran conocimiento técnico y comercial”, dice. Para Silva, se trata de activos invaluables para asegurar el éxito de los nuevos tiempos.

O sea que, a diferencia de la imagen del pasado, cuando se hablaba de “un solo café, un solo origen”, ahora el reto es dar a conocer a Colombia como “un solo origen, pero de una gran diversidad”. En términos concretos, es reconocer que el “Café de Colombia” no es una mezcla de diversos tipos de productos regionales, sino un punto de origen con características locales únicas y zonas claramente identificables que van desde La Guajira hasta Nariño y desde Chocó hasta el piedemonte llanero. “Esta riqueza de variedad es perfecta para atender las expectativas del nuevo consumidor y entrar en el juego contemporáneo del café”, agrega.

Cuando se ingresa a las profundidades del nuevo negocio, es claro que Colombia puede sorprender con suelos, formas de cultivo, cultivos de exposición de sol y a la sombra, y distintas variedades. Pero la tarea no será fácil.

Entrar en el terreno de los cafés de alta gama implica en demostrar la trazabilidad del producto para garantizar el precio y generarle confianza al consumidor. “Si decimos que esta libra proviene de una finca específica, a cargo de productor tal, debemos estar en condiciones de garantizar esas aseveraciones”, explica Silva. “De lo contrario, la prima adicional no se justificaría”. Y para poder alcanzar ese respaldo se requiere del cumplimiento de certificaciones internacionales estrictas y de un programa de denominación de origen nacional, previsto para ponerse en marcha dentro de un par de meses. También se precisa de compradores estables, pues muchos de los tostadores medianos y pequeños —que dominan el mercado de los cafés gourmet— basan sus compras en novedades de distintos orígenes, y, en consecuencia, no los anima la lealtad sino la oportunidad. Esto puede atentar contra la estabilidad de los pequeños finqueros dedicados a productos de calidad. Pero la buena noticia es que gigantes como Kraft y Procter and Gamble están virando hacia cafés de calidad en volúmenes que Colombia puede atender. Y para productores más pequeños siempre estarán las tiendas Juan Valdez, que, a diferencia del pasado, pueden comprar partidas de productos especiales, independientemente de si el comprador internacional lo ordena o no. “Anteriormente, este no era el caso”, dice Silva.

Pues bien, son tantos los frentes en los que el gerente de Fedecafé debe moverse, que su agenda permanece llena. Tardamos meses en encontrar un espacio propicio para hablar del futuro en un ambiente relajado. Pero, cuando se dio la ocasión, prefirió compartir un almuerzo “casero” en uno de los salones de la entidad, donde su personal de cocina sirvió un delicioso antipasto artesanal y unos ravioli de carne y salsa de champiñones, acompañados de un discreto Merlot chileno de Casa Lapostolle. Y por supuesto sellamos el momento con un aromático café especial.

En el aire ha quedado la noción de que Colombia encontró un nuevo nicho, donde podrá moverse con mayores expectativas de ingreso y reconocimiento.

De postre

-Illy Coffee, el mayor vendedor de café expreso en el mundo, había mantenido alejado al país de su base de proveedores. Con los cambios en la producción y la calidad, hoy es otro asiduo comprador internacional. Starbucks también figura en la lista.

-Así como habrá aviones de Avianca llevando “en alto” el nombre del café de Colombia, la próxima novedad será demostrar que la costa también es un tesoro cafetero. Otro reto será también poner en el mapa a los productores chocoanos y llaneros.

-El plan de la Fedecafé había sido duplicar las exportaciones de cafés especiales y de valor agregado en cinco años. En el mismo período, se han multiplicado por cinco.

-Colombia tiene 86 ecotopos o puntos geográficos con condiciones únicas para sembrar y producir café de alta calidad, totalmente diferenciado. Es posible que sean más. La Federación apunta a que haya un reconocimiento legal a estas denominaciones o indicaciones de origen para llevar a Colombia aún más lejos. Por ahora, la denominación más reconocida es Nariño, que, en un par de meses, se convertirá en la primera denominación de origen legalmente constituido. Luego vendrán otras.

-Una de las claves en la oferta de cafés de valor agregado colombiano es la capacidad interna de tostado del país. El producto, actualmente vendido por las tiendas Juan Valdez, se somete a este proceso en una planta cedida por la Dirección Nacional de Estupefacientes y que, en el pasado, perteneció al narcotraficante Justo Pastor Perafán.

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