Aunque no se tome en copa, una taza de café puede ser “un elegante tesoro”. Así describe Starbucks al café del valle de Antigua Guatemala, reconocido por su acidez refinada, textura achocolatada y cuerpo fino y pronunciado.
Tan importante es el origen del producto que el gigante estadounidense del café ha construido un negocio muy exitoso alrededor de una idea muy sencilla: la geografía es un sabor.
Al igual que sucede con el vino, el lugar de origen dice mucho del café. Y más aún, cuando se trata de un café gourmet. No es casualidad, entonces, que Guatemala sea el principal proveedor de Starbucks, ni que hace unos meses la empresa Dunkin Donuts estableciera en el país un laboratorio para controlar la calidad de los cafés que usa en sus tiendas.
Hoy, el carácter premium del grano es la constante, más que la excepción, en los cafés centroamericanos. Una característica que les ha permitido diferenciarse de sus competidores y blindarse de la volatilidad de los commodities.
Irónicamente, ese salto es la herencia de la crisis que vino con la llegada del nuevo milenio. Fue una caída vertiginosa de precios —la peor en 70 años—, que alcanzó el punto crítico en el 2001. De un valor de US$1.50 la libra de café pasó a cotizarse en US$0.46.
Luis Pedro Zelaya, presidente de la Asociación de Productores de Café Genuino Antigua (APCA), explica que la crisis devino en una especie de “autoeliminación”, que sacó del mercado a los cafés de menor calidad.
Pero los productores que sobrevivieron emularon a los mejores fabricantes de vino, definiendo una estrategia de nicho para su producto.
Capitalizaron la idea de especializarse en cafés finos, cuyas virtudes se deben a las condiciones naturales de los países. Por su valor agregado, un quintal (100 libras) de café fino cotiza en promedio hasta cinco veces más de lo que cotiza un café tradicional en bolsa.
POR LA REGIONALIZACIÓN
Para lograr esta diferenciación, la regionalización ha probado ser efectiva.
En Guatemala, la Asociación Nacional de Productores de Café (Anacafé) identificó ocho regiones con personalidad única, moldeada a partir de la altura, el microclima, el tipo de suelo y la lluvia.
“Logramos geoposicionar a las fincas de café de todo el país, desde las grandes haciendas hasta las microparcelas”, afirma Christian Rasch, presidente de Anacafé.
El objetivo es generar un valor agregado para el productor y ofrecer a los compradores herramientas para trazar el origen del café. Esto garantiza la calidad y refuerza la transparencia durante el proceso de compra-venta.
Costa Rica hizo lo mismo e identificó siete regiones. En las que están a menos de 1,000 metros, el café es “liviano”, y en las de origen volcánico, a más de 1,200 metros, es más ácido y aromático.
VUELTA AL ORIGEN
Todo apunta al desarrollo de un mecanismo de denominación de origen que suponga un valor adicional.
De hecho, el reconocimiento de la denominación de origen es uno de los puntos que los centroamericanos están discutiendo con la Unión Europea (UE) en el marco del Acuerdo de Asociación que busca liberar el comercio en el 2010.
Para Alexander Malchik, tostador y miembro de la junta directiva de la Alianza para la Excelencia del Café (ACE, por sus siglas en inglés), esta herramienta sería muy exitosa en Estados Unidos y Europa, donde los consumidores premian las bondades del lugar de origen.
No pasa lo mismo en Rusia o China, que muestran un gran potencial, pero que todavía no valoran la diferenciación.
En este campo, Colombia lleva la delantera. Hace unos meses, Europa reconoció la denominación de origen “café de Colombia”, después de un proceso de más de dos años. El café colombiano es el primer producto extranjero que entra a la lista de denominaciones de origen de la Unión Europea (UE).
Pero no todos los países están igualmente listos. Según Ricardo Espitia, director ejecutivo del Consejo Salvadoreño del Café, “entre 2000 y 2004 la producción y las exportaciones cayeron más de un 40 por ciento, lo que sumió a los cafetaleros salvadoreños en la deuda más elevada por quintal producido de la región”.
NICARAGUA TAMBIÉN
Los esfuerzos se han concentrado en destacar los elementos diferenciadores de su café que, al igual que el de Nicaragua, tiene calidad, pero no imagen. Además, El Salvador va a explotar los beneficios ambientales del café, aprovechando los mercados alternativos que se desarrollaron a raíz del Protocolo de Kyoto.
“Al estar sembrados bajo sombra, los cafetales ayudan a mantener los mantos acuíferos”, señala Espitia. Según un anuncio que hizo el presidente salvadoreño Antonio Saca, gracias a la venta de estos servicios la carga de la deuda del sector cafetalero se verá aliviada en un 30 por ciento.
Pero desarrollar una cultura de calidad toma tiempo. Y en este sentido, las subastas han sido claves. La más prestigiosa es la “Cup of Excellence”, que se celebra en los países productores de cafés finos y selecciona lo mejor de la cosecha en un año.
Tras una catación, los ganadores se venden al mejor postor por internet. William Hempstead, director de mercadeo de Anacafé y organizador de la subasta, dice que estas competencias “posicionan al país en el mercado internacional”.
Mientras, la “ola Starbucks” llega a la región con varias cadenas de coffee shops. “Estas cafeterías están desarrollando el buen gusto y el consumo del café como un estilo de vida”, dice Estuardo Falla, vicepresidente de la APCA. Esto también ha llevado a las asociaciones cafetaleras a establecer “escuelas del café” en los distintos países para formar expertos en la preparación de bebidas de café.
De mantenerse la tendencia, América Central podría reproducir el fenómeno brasileño que, después de ser un país netamente productor, está a punto de rebasar a Estados Unidos como principal consumidor de café.
Pero mientras eso sucede, la diversidad de perfiles de taza le abre al istmo la oportunidad de convertirse en el “one-stop coffee-shop” del mundo. Como los vinos, los caficultores buscan que se reconozca la denominación de origen de sus cafés.
http://www.laprensa.com.ni/archivo/2007/octubre/31/suplementos/negocios/224275.shtml
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