La agricultura orgánica es la forma más antigua de producción de alimentos en el campo, que con el correr de los años fue perdiendo espacio a partir del avance de la técnica y el desarrollo de otras formas de producción apoyadas en el uso de productos químicos tanto para el cuidado de las plantas como para su nutrición.
Sin embargo, los habitantes de los países más desarrollados del planeta, cada día se vuelcan más a demandar alimentos naturales, producidos sin la intervención de agentes externos a la naturaleza y que además tienen excepcionales precios internacionales. ¿Esta demanda es sólo un modo de vida, un capricho, una filosofía o, representa algo más?. La primera respuesta encontrada es que hay todo un movimiento en el mundo que se encarga de esta temática y que en la Argentina está constituido bajo la sigla MAPO: Movimiento Argentino para la Producción Orgánica.
Aprovechando la realización en Salta de la 1° Jornada Regional sobre Agricultura Orgánica en el NOA, Agroecología y Agricultura Biodinámica, El Tribuno Campo dialogó con la ingeniera Patricia Flores, delegada de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM) para Sudamérica.
¿Ustedes manejan números o datos sobre la importancia de los cultivos orgánicos en la Argentina y en el NOA?
En realidad existe un informe que todos los años lo publica el SENASA sobre todas las producciones orgánicas de la Argentina y el MAPO también cuenta con datos de todo el país y existen estadísticas para la región NOA. Las cifras finales que maneja el MAPO las recoge de varias fuentes y luego las consolida.
¿Qué hacen con esa información?
Las utilizamos en encuentros como éste, de capacitación, que estamos llevando a cabo en Salta. Se trata de difundir cuántas hectáreas se vienen trabajando, qué cultivos son los principales, cuantos operadores hay y, si bien son cifras que oficialmente nos dicen cuántas hectáreas certificadas hay de producción orgánica, también por otro lado existen otros números que reflejan las producciones ecológicas que no están certificadas, pero que están trabajadas bajo un sistema de producción orgánica.
Es muy común que una misma persona busque miel orgánica pero al mismo tiempo no tenga problemas en consumir soja transgénica, ¿cómo ven ustedes este comportamiento de la gente?
El tema pasa por la diversidad de la oferta que los productores de orgánicos tengan la capacidad de ofrecer en los mercados locales. Este es un tema que en el MAPO y también en el IFOAM, que vengo representando a nivel regional en América Latina, tratamos de impulsar para los mercados locales. Muchas de las producciones orgánicas certificadas, que son el 95% de la producción orgánica en países de América del Sur y del Caribe, tienen como destino la exportación y ese pequeño 5% se queda en cada país, muchas veces en circuitos de comercialización que no son muy claros para el consumidor. Entonces ahí realizamos un gran esfuerzo que consiste en hacer que productores y consumidores puedan encontrarse, es decir la oferta y demanda. Por otra parte, fomentamos la producción de diversidad de alimentos y productos como cosméticos que pudieran estar al alcance de los consumidores locales a un precio justo. Es cierto que hay líneas claramente identificadas, especialmente en las hortalizas y otras más difíciles de poder encontrar, pero sin embargo yo creo que debemos seguir trabajando para poder ofrecer en la mesa de los consumidores argentinos, esa diversidad que se requiere.
¿En qué plazos podría producirse eso?
Son procesos lentos. En la Argentina hay experiencias interesantes en Rosario (Santa Fe), Corrientes y Misiones. Creemos que en Salta también están las condiciones necesarias para poder hacerlo, ya que se trabajó mucho con la pequeña agricultura familiar que tiene una producción diversificada de por sí y, lo que hace falta, es conectarla a circuitos de comercialización local. Por otro lado, toda esta región que tuvo una expansión turística muy grande, frente a un turista que ya viene sensibilizado y dispuesto a consumir esos productos que además de orgánicos son de bandera de la región, como las papas andinas, la quiwicha, quinua, granos andinos, maíces, que son cultivados orgánicamente y demandados en la cocina gourmet, también se los puede ofrecer a esos turistas que vienen, representando una alternativa económica incesante. Pero, insisto que son procesos que demandan su tiempo y trabajando seriamente en el mediano plazo, tres años, podríamos llegar a decir que estamos consolidando experiencias de comercialización. El programa Pro Huerta está haciendo algunos esfuerzos y una vez al año se exponen esos productos en una plaza pública en Salta y nosotros lo que queremos es hacer que esto sea de carácter más permanente y periódica, de tal manera que el consumidor sepa que tal día a esa hora siempre va a encontrar una oferta de productos y a partir de esta oferta inicial podamos ir incrementando y diversificando la producción.
¿Cómo es la experiencia en otros países?
En Perú, desde donde yo vengo, hicimos esta experiencia y al día de hoy llevamos ocho años trabajando en ferias orgánicas locales. Comenzamos con 50 productos y hoy llegamos a tener más de 300 productos diferentes que se ofrecen. Este es un proceso donde todos tienen que participar, no sólo el productor y el consumidor, sino los gobiernos locales, los programas del Estado y todos trabajando hacia la educación, la sensibilización y también hacia el desarrollo de la producción.
El productor que ya venga trabajando en producción orgánica o aquel que quiere iniciarse ¿cómo puede hacer para recabar mayor información al respecto?
Siempre es bueno un acompañamiento técnico que le ayude a esa conversión de una manera más efectiva en tiempo y en recursos económicos. Hay un cuerpo técnico que viene preparándose y que está integrado por algunos profesionales del INTA, ONGs que tiene proyectos en desarrollo y que trabajan con este enfoque, todo dependerá de cuál es el punto de partida del productor. No todos los productores tienen el mismo proceso de conversión, hay quienes tienen que trabajar mucho y por varios años que a veces no terminan de convertirse nunca; hay quienes ya lo tiene sensibilizado por familia, por tradición en muchos años y solamente necesitan un pequeño apoyo para que terminen de entender que la práctica que realizan lleva consigo toda una base conceptual científica y filosófica y eso lo ayuda a tener una idea más concreta de la propuesta en el sistema de la visión holística e integradora que se le quiere dar y entonces para ellos es muy fácil poder entrar. Hay productores que en un año se convirtieron íntegramente. Las normas técnicas exigen un proceso mínimo de dos años para que el productor haya podido internalizar bien todas las técnicas.
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