Francisco Rivas
Agencia Reforma
Xicotepec de Juárez, Puebla— En las fincas cafetaleras de la Sierra Norte de Puebla prevalece la explotación.
Los jornaleros padecen a diario el maltrato de caporales, quienes vigilan que se cumplan las tareas impuestas por los patrones.
Todo comienza cuando los campesinos son llevados a las fincas en camiones tipo Torton, en grupos de 80 a 100 personas, en trayectos de entre tres y hasta seis horas, según la localidad de procedencia.
En el trayecto, los conductores de esas unidades niegan a los tripulantes la posibilidad de bajar al baño o comprar alimentos.
“Los administradores y a veces los dueños, son quienes contratan a los camiones para el traslado”, refiere Plácido López, chofer de una camión que traslada jornaleros.
Se suben al camión sin garantías: no hay seguro de vida en caso de accidentes, como recién ocurrió en Tlaxcalantongo, Xicotepec de Juárez, donde 20 personas murieron al volcar el camión que los trasladaba.
Tampoco hay prestaciones. Sólo existe un ingreso promedio de 1.80 pesos por kilo de café que se corta. Aunque si los campesinos reciben “hospedaje” en “Los Mantenidos”, la paga disminuye a 1.20 pesos el kilo.
Tomás Lazcano, de 44 años, comenta que la diferencia entre recibir frijoles de comida y una tarima para dormir y no tenerlos se traduce en 60 centavos por kilo.
“La gente que vive cerca viene a las fincas pequeñas, porque nos pagan 1.80 pesos kilo y nos vamos a nuestra casa a descansar.
“Quedarse en la finca significa que te paguen sólo 1.20 pesos, que mal duermas, sobre madera, y mal comas”, dice.
De acuerdo con su capacidad física, cada cafetalero puede llegar a cortar de 35 a 50 kilos por día, en jornadas de 10 a 12 horas con un descanso de 30 minutos para comer.
Norberto Antonio, originario de Mecatlán, Veracruz, cuenta que empiezan a cortar a las 7:00 horas y a las 12:00 horas van a comer, aunque a las 12:30 vuelven a las matas y ahí se quedan hasta las 18:00 horas.
“En algunas fincas dan 30 minutos de comida, pero si te formas y te alcanza, sino no, no comiste y regresas a las matas.
“A veces sí te toca comida, pero como se pasó el tiempo, el caporal nos regaña y dejamos el plato sin probar”, expone.
En las fincas no hay distinciones para menores de edad, mujeres o ancianos.
Mientras cortan, advierten, no hay prórrogas, pues si toman descansos, van al baño o atienden a los niños, y son sorprendidos por los caporales, reciben reprimendas y castigos económicos.
Además, no hay contratos de por medio, sólo los anotan en una libreta para que al final de la semana o en dos semanas les suman los kilos de grano cortados y obtienen su paga.
A lo largo de la Sierra Norte de Puebla son dos las fincas con la peor reputación laboral del sector.
Se trata de la Finca Puebla y la Oro Verde, ambas propiedad de alemanes: la primera propiedad de Neumann Kaffee Gruppe, y la segunda, de Martin Josephi, ex presidente de Volkswagen de México.
Los campesinos se refieren como “reclusorios” a la Finca Puebla, porque en sus más de mil hectáreas hay siete secciones, con igual número de “dormitorios” y actividades restringidas: cortar, comer y dormir.
La finca Oro Verde es considerada como un “campo de concentración”.
http://www.diario.com.mx/nota.php?notaid=050c259d12330fa18f8ad42ccad601ea